Represión a campesinos |
José
Antonio Gutiérrez Dantón / Domingo 10 de marzo de 2013
Y
finalmente se llegó a acuerdo. Quizás no era todo lo que se hubiera querido de
primer momento, pero es algo. Al menos más que lo que se tenía hace dos
semanas. Lo triste es que por algo tan básico los campesinos cafeteros hayan
tenido que bloquear carreteras y movilizarse de manera tan contundente. Qué
triste que hayan tenido que enfrentar toda la furia del aparato represivo del
Estado, en la figura del ESMAD, por un reclamo tan básico y tan justo.
¿Tenía
que morir un campesino, quedar varios heridos, otro perder una mano, para que
el gobierno accediera a subir el subsidio de protección al ingreso de los
caficultores a $145.000 por carga (125 kgs.)? [1] Miente el gobierno de manera
descarada cuando dice que están abiertos al diálogo pero que no aceptarán vías
de hecho [2]. Es solamente mediante la lucha directa que los cafeteros, que se
venían movilizando hace más de un año, han sido finalmente escuchados. Desde el
25 de Febrero que los cafeteros dieron un ejemplo de dignidad y lucha al país,
alzándose en una sola marea humana en contra de la burocracia clientelista y
corrupta de la Federación Nacional de Cafeteros y contra las políticas
regresivas del gobierno. Estos campesinos soportaron una represión inusitada:
gases, balines, bolillo a la lata, les quemaron sus carpas, les botaron su
comida, etc. Y ahí siguieron hasta llegar al acuerdo de Pereira.
Aunque
no se diga, este acuerdo es lo que los cafeteros pudieron sacar en las
circunstancias actuales –otros logros sobre la comercialización y apoyos
financieros pueden darse en el proceso que debiera llevar a la Constituyente
Cafetera. Pero los cafeteros también plantearon otros problemas que no van a
ganar solos, sobre todo temas relativos al libre comercio y al modelo
minero-extractivista. Al hacer estas demandas, señalaron un camino al conjunto
del pueblo colombiano para las movilizaciones unitarias que se vienen. No se
puede enfatizar lo suficiente que lo que hemos presenciado estas semanas es un
síntoma más del malestar profundo que recorre el territorio colombiano.
El
gobierno sabe que este malestar es muy profundo: no por nada, el incompetente
ministro de agricultura, Juan Camilo Restrepo, dice, en tono de cierta amenaza
que “No es aceptable que muchos gremios, con razón unos y oportunistas otros,
quieran entrar en paro. Que ventilen sus razones y se atenderán. Los alivios se
han prestado y se seguirán prestando, pero no al son de paros” [3] Miente. Si
no fuera por el paro, los cafeteros no habrían sido escuchados y estarían
recibiendo aún esa miseria de “precio de sustentación”, que no alcanzaba
siquiera a cubrir los costos de producción. De eso se da cuenta cualquiera con
dos dedos de frente. Y otros sectores del campesinado toman nota para
movilizarse por sus justas demandas.
Por
último, preocupa el tono amenazante adquirido por el presidente Juan Manuel
Santos en vísperas de la firma del acuerdo. Dijo Santos que la razón por la
cual no había enviado a la Fuerza Pública a desbloquear las vías de
comunicación, era porque esto “produciría una masacre”. Así, literal, sin
siquiera sonrojarse. Remató la frase diciendo que si en las negociaciones que
estaban conduciéndose en Pereira no se llegaba a un acuerdo en cuestión de
horas, “nos va a tocar enviar a la Fuerza Pública” [4]. Es decir, les tocará
perpetrar una masacre.
Estas
declaraciones nos dejan perplejos, sobre todo porque en el contexto de las
negociaciones de paz que están teniendo lugar en La Habana con las FARC-EP, el
gobierno de Santos trata de vender la imagen de que Colombia es una democracia
madura en la cual la insurgencia puede participar en política mediante el voto.
¿Es, acaso, una democracia madura un sistema en el cual se restringe la
participación ciudadana al voto y donde las formas cívicas de manifestación
reciben tratamiento puramente represivo? ¿Es, acaso, una democracia madura un
sistema en el cual las organizaciones sociales que demandan sus derechos son
acusadas de terrorismo? ¿Es, acaso, una democracia madura un sistema en el cual
se asuma como algo natural que el Ejército masacre campesinos? ¿Es, acaso, una
democracia un sistema en el cual aún a sabiendas de que ocurriría una masacre,
el gobierno contemple el uso del Ejército contra quienes reclaman sus más
básicos derechos?
El
paro cafetero ha llegado a un término que no es una victoria rotunda, pero
representa un avance importante: primero, por lo que significa el acuerdo para
los campesinos que dependen del café. Segundo, porque demostró que la unidad de
los trabajadores en lucha puede más que las burocracias más fosilizadas. Tercero,
porque demostró que la lucha da frutos. Cuarto, porque trazó una hoja de ruta
para las luchas que se vienen y que deben articularse entre diversos y más
amplios sectores sociales. Quinto, porque evidenció, una vez más, la naturaleza
real del régimen colombiano y nos dio un aperitivo de lo que entiende Santos
por paz y democracia. Un sistema en el cual se masacre impunemente a los pobres
que osen reclamar lo que les pertenece. En términos de la línea de pensamiento
de la oligarquía colombiana, Santos, desde luego, no representa nada nuevo bajo
el sol…
NOTAS:
[1]
Sobre la represión y los antecedentes del paro cafetero, ver:
http://www.anarkismo.net/article/24971
[2]
http://www.elespectador.com/noticia...
[3]
http://www.elespectador.com/noticia...
[4]
http://www.elespectador.com/noticia...